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Héroes y villanos

febrero 22, 2010

Queridos hijos:

 Si os preguntara quién es el señor de la foto, lo primero que diríais es que es un abuelo. Y por la edad que tiene, 96 años, no sólo podría ser abuelo, sino hasta bisabuelo o incluso tatarabuelo.

 Si os contara que es un héroe os costaría creerme. Ahí sentado, barrigudo y seguro que con reuma y artrosis, si no algo peor.

 Se llama Sam Lesser y es inglés. Este hombre cuando sólo tenía 23 años decidió hacer por su cuenta lo que no se atrevió a hacer ningún país, defender la democracia y la libertad en España. Este hombre es un brigadista.

 En España ocurría una sangrienta Guerra Civil a causa del levantamiento en armas de la clase militar con el apoyo de las potencias fascistas alemana e italiana. Su país, Inglaterra, que si de algo ha pecado (y lo sigue haciendo) ha sido de sus constantes injerencias en terceros países, con enorme cinismo, se declaró neutral ante la barbarie que se avecinaba en España.

 Y tuvo que ser un grupo de jóvenes ingleses e irlandeses, en muchos casos engañando a sus padres, los primeros que decidieron venir a un país que desconocían y una lengua que no hablaban a defender una libertad que no era la suya.

 Sam es sólo un icono de los 60.000 hombres y mujeres valientes que llegaron a España. Entraban por Francia y en Figueres recibían un entrenamiento militar de una semana. Ellos no eran soldados. Eran estudiantes, artistas, escritores. Pero no tenían ninguna formación militar. De allí a Albacete y, en el caso de nuestro querido Sam a Madrid, a defender la Ciudad Universitaria.

Pero antes de llegar a la que era capital del Gobierno legítimo de la República, en el camino, cerca de Andújar, el «fuego amigo» de un batallón de brigadistas franceses le hirió gravemente. Un tiro en la pierna y otro en la espalda. Le dieron por muerto. Pero el pundonor y el demostrado altruismo de sus compañeros les animó a volver sobre sus pasos y rescatarle, salvándole la vida.

Una vez recuperado, ya en Madrid, en el Paraninfo, contaban con medios tan limitados que hacían barricadas con libros y se defendían con fusiles austriacos de 1870. Compartían ametralladoras de principios de siglo. Una para cada tres brigadistas. Y todo esto, insisto, en un país que no era el suyo.

 A Sam le tocó la Facultad de Filosofía y desde allí, entre tomos de Kant, Descartes o Santo Tomás de Aquino,  al grito de ¡NO PASARÁN!, trataba de que los golpistas no tomaran Madrid.

 En las primeras seis semanas, murieron 1.700 de los primeros 3.000 brigadistas que llegaron a España. Los compatriotas de Sam Lesser en Madrid pasaron de 36 a seis en pocos días. Otros tuvieron menos suerte, porque se enfrentaron a las aguerridas, a la par que sádicas, Columnas Marroquíes (o de la Muerte) en Badajoz o Sevilla siendo víctimas de auténticas carnicerías.

 Pero ellos permanecían en sus puestos creyéndose garantes de una libertad que desgraciadamente no llegó hasta más de 40 años después.

 Hoy, de aquellos 60.000 héroes sólo quedan 30 vivos. Posiblemente cuando leáis esto serán menos. Si alguien les intenta homenajear, ensalzar o glorificar, los funcionarios del averno, acólitos de aquél terror, piden que no se desentierre la Historia y se dejen las cosas como están. Y esto ocurre porque siempre mientras la víctima reclama justicia su verdugo pide olvidar.

 Decía Platón: «un hombre que no arriesga nada por sus ideas, o no valen nada sus ideas, o no vale nada el hombre».

 Sam Lesser, estandarte de un ejército gallardo y magnánimo como nunca lo ha conocido la Historia, dejará pronto de existir, pero vaya con él y sus compañeros nuestro eterno agradecimiento y nuestra admiración.

 P.D.: En los últimos días, un juez que se atrevió a intentar rendir homenaje a las víctimas únicamente localizando sus restos para entregárselos a sus familias, se ha enfrentado a una caterva de mostrencos que se le han echado encima acusándole de prevaricador y pidiendo apartarle de la carrera judicial.